Oliverio Girondo


Cansancio

Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.

Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.





Dicotomía incruenta

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano
que se mezcla a la mía

y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo
que acaba de sentarse

adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que
no asista a mi entierro,

y que mientras me rieguen
de lugares comunes,

ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos
y los llantos fingidos.

-Oliverio Girondo_



0 Responses