La última noche en el callejón…
Con la falta de un llanto digno para esta imprescindible despedida, me encuentro recostado en mi viejo colchón que, sucio de pasados que no reviven y furtivos pecados carnales, me cobija suave y misericordioso en este silencio. Los muros viejos que construyen mis ayeres, entonan entre quejidos dolos "Las Golondrinas" y aquellas manchas de humedad y de tiempos que aún no han podido derrumbar estas paredes, con lúdicos lutos braman agonías torpes en la tertulia, mientras sirven traguitos de alcohol para el alma ebria. La última caja de cigarrillos que he de fumar en esta latitud terráquea, despide nicotina al son de fantasmales carcajadas de glorias que bailan y beben (diversión hipócrita, pues de antemano saben que no volverán a mi remembranza más que a través de la memoria que de igual manera algún día perderé ya sea en la senectud o la muerte).
Y dentro de esta fiesta de adioses grises y desesperanzas taciturnas, el mayor miedo que me embarga es si mis letras marcharán conmigo a nueva morada o si simplemente, esa retorica exacta de poeta camaleónico, morirá en las fauces de esta inapelable huída quedándose arrumbada en las sombras de los días, marchitándose como las rosa que nunca vio mi finada abuela.
En fin, ya amanece y el momento de poner el cerrojo al callejón se acerca. Ya no hay miedo y menos llanto. ¡Adiós, adiós mi pasados!; aventuras, bajas pasiones, amores de un día o de una noche. Adiós a mis glorias y mis fracasos, adiós a los besos que nuca he dado. Adiós a mis viejos y también a mis nuevos, adiós a mis amantes y mis odiados. Adiós a las noches y a las soledades, adiós, adiós a todos y a todo. Llegó la hora y llego mi hija, quien reclama mis días, mis iras, mis noches, mis letras; reclama mi vida. Es por eso que ésta fue…. "La última noche en el callejón de mis soledades".
-Joel Torres-